Yo siempre fui una mina trancada.

Desde muy pequeña y hasta ahora, podría decir que lo sigo siendo, pero rehabilitada.

Con la consciencia que te dan las experiencias y el paso del tiempo, en donde te observas y cambias comportamientos si es que te sorprendes siendo algo estúpida contigo misma.

Pues sí.

Yo lo fui y me pasé de la raya.

Siempre me importó tanto lo que dijeran, pensaran e incluso imaginaran los demás acerca de mí, que mi vida era casi un origami con las expectativas de los otros, muchas de esas ideas eran ilusiones, ya que gran parte del tiempo, cuando nos creemos ser el centro del mundo, para el mundo ni existimos, aun así, seguimos tratando de complacer.

A mí me importaba todo lo que dijeran (incluso hasta lo que callaban).

Desde la señora del negocio que me pelaba por suelta hasta las chicas del cole que siempre criticaron a mis espaldas mi estilo de peinar y vestir.

Por ellas cambié una y otra vez sin tener una identidad propia.

Sufrí por parecerle a los demás suficiente.

Fui gorda, flaca, rubia, morena, tranquila, rebelde, niña de bien y niña de no tan bien.

Me llegué a cuestionar el valor que yo tenía por el que otro me atribuía, muchas veces sin ni siquiera conocerme un poco como para opinar…tanto estar pendiente de lo pendiente del resto conmigo, que me olvidé de vivir… sí, triste, así mismito y muchos años lo padecí, se llama “síndrome del me importa más lo que opine el resto que lo que yo crea correcto”

Su sigla es MILOER (la inventé, es más corta) y casi como una enferma crónica seguía tropezando hasta que un buen día me aburrí.

¿Saben que hice?

Me liberé.

Me puse la ropa que yo quería, no importaba si mostraba más de la cuenta, si me veía cursi o vagabunda.

Me metí con todo aquel chico que me hubiera generado atracción sin preguntarle a otro si me convenía, renuncié a todo aquel trabajo en donde no me sentí desafiada y ya no le permití jamás a nadie opinarme en la cara sin yo haberle hecho la pregunta.

Hoy subo a mis redes sociales lo que se me antoja, siempre procurando no dañar la dignidad de los demás, pero ya no me atormenta si no les agrado, si me eliminan o no comparten mis ideas, finalmente aquellos que te quieren jamás cuestionaran como eres y mucho menos, como te ves.

Hoy ya me compro ropa pensando en sentirme bonita para mí y no para otro.

Hoy digo lo que pienso, respetuosa, pero honesta sin torturarme por mis palabras, si son o no correctas e incluso como éstas le caerán a quien las oiga, para mí dejó de ser un tema.

Hoy me pongo lentes ópticos en vez de los de contacto y hace rato me saqué los tacos para caminar con más libertad.

Podría decir que viajo con menos peso, las expectativas de los demás son piedras que no combinan con mi mochila de seda… hoy necesito más espacio para mis libros. Si… así de cierto y sin más nada que agregar.

Darle cabida a lo importante fue la cura de mi mal.

.

Comentarios