Es curioso pasar tanto tiempo idealizando a alguien con culpa por haberlo perdido, con nostalgia de su recuerdo añejo y con la esperanza viva de volver a verlo y tenerlo, para luego encontrarlo y darme cuenta de que aquello que sentía se había disipado por completo.

Tantos días creyendo que era importante, pero solo estaba en mi cabeza, disfrazado de una historia delirante, recreando momentos inexistentes, creyendo en sentimientos que ya habían sido desterrados de mi corazón. Pero yo no me daba cuenta de que hacía mucho ya se había ido de mi vida, y mi porfía me obligaba a retenerlo.

Yo creía que lo quería, que no sería fácil volver a sentir lo mismo de nuevo; me engañaba poniendo luces en sus sombras, perfección en los momentos, atributos y virtudes que no tenía. Solo era el deseo de encontrarme con eso; entonces lo vestí con las proyecciones ilusas que hace un ser que se enamora, no de lo que es, sino de lo que quiere ver. Y entonces apareció desnudo, ya no de cuerpo, sino que, esta vez, de alma. No era tan lindo, ni tan bueno, ni tan perfecto… Era solo un hombre común y corriente que un día se me metió en el cuerpo.

Transcurrido el tiempo, ya había borrado sus besos y caricias, y sin saberlo, lo había olvidado, todavía creyendo que seguía siendo todo cuando, en verdad, se había convertido en nada. Una experiencia más, como tantas otras acontecidas.

Aprendizaje para la próxima: llorar menos y reír más, aun en la tristeza, porque todo a la larga pasa, incluso las personas.

Comentarios