Raúl era la persona más encantadora que había conocido a mis 36 años.

No sólo lograba cautivar la atención de nuestros grupos en común, sino que, además, lograba ser el centro de las conversaciones en eventos a los que asistíamos por primera vez.

Tenía un magnetismo extraño, pero era atractivo e influyente, muy educado y caballero.

Yo no estaba acostumbrada a tamaña magnitud de hombre, además de todo, era guapísimo y parecía que el éxito se le colgaba de todas las formas posibles.

Es difícil no sucumbir a la belleza física de un hombre, pero si a eso le sumas admiración total y atención del resto sobre cada cosa que dice o hace, no queda más que agradecerle a la vida por el regalito y hacer de todo para mantenerlo contento, bueno, así pensaba yo en ese entonces, creía que la vida me estaba dando más de lo que merecía y de tanto esforzarme en complacerlo para retenerlo, me olvidé de ver detalles en toda su perfección, por último, para sospechar de la bondad del universo en ponerme así de fácil el premio gordo, yo tenía tantas ganas de encontrarlo, que cuando llegó, solo vi lo que tenía en mi cabecita y corazón.

Raúl comenzó a engañarme cuando llevábamos 3 meses de relación y no conforme con eso, también dio inicio a la agresión psicológica.

De pasar a ser la mujer más bella del universo, a sus ojos, luego me volví poco elegante, gorda, e incluso despreocupada, eso me decía y de tan convencido que estaba, me terminé creyendo que yo era poca cosa para él.

De pronto parecía paranoica, mujer estás loca, me decía cuando lo celaba, y yo con la prueba en mano, juro que incluso loca llegué a creerme, era influyente en su argumento y aún con la certeza de su engaño, más de una vez le pedí perdón por mi sicosis.

No me di cuenta cuando quedé sin empleo, pero peor aún, casi en modo zombi, no recuerdo como dejé que usara mis tarjetas y me hiciera pedir créditos a su nombre, ya no solo no tenía ingresos, si no que ahora muchas deudas antes impensadas en mi salud financiera.

Este hombre logró que dejara de ver a mi familia, amigos e incluso me quitó las ganas de seguir los proyectos que tenía diseñados antes de su llegada.

Tiré a la basura cada idea, sueño o plan futuro porque me convenció que solo pensaba tonteras, que eran cosas que jamás resultarían.

De tanto escucharle el argumento, me sentí incapaz de crear algo inteligente, lo bueno es que estaba él y era un premio su compañía dada mi incompetencia.

La primera vez que me golpeó, fue tras una fiesta en donde parece que yo lo provoque.

En el auto ya regresando, me pegó un manotazo en la barbilla tan fuerte que casi me voló un diente, pero al llegar a casa, se puso a llorar y me pidió perdón, llegué a sentir lástima por él en ese minuto, pero luego “solucionamos ese problema” con una placentera noche de sexo y así se repitió la historia los dos años entrantes, golpe tras golpe y como premio, una mar de caricias de fuego bajo nuestras sábanas de seda.

Parecía que a más fuerte sus cachetadas, más placer corría por nuestros cuerpos.

Yo lo seguía amando con furia, mientras el parecía odiarme enserio

El tiempo siguió pasando y para ese tiempo, tan mal estaba, que no me daba cuenta de mi padecimiento, incluso sentía que lo merecía.

Lo peor fue cuando quise buscar ayuda médica, se enfureció tanto que parecía como si tuviera miedo, ahora comprendo que no quería que yo contara nuestra historia, se podrían atar cabos sueltos y con ello, quedar descubierto como el perverso del cuento, pero él quería que fuera yo, así que también me prohibió asistir a un especialista de salud mental.

A esas alturas estaba sin trabajo, enferma, obsesiva, cansada, sola y sintiendo que, a pesar de tantas cosas malas, jamás podría vivir sin él, porque además de amarle con locura, con la misma locura le temía.

Cuando se enojaba, se le ponían los ojos más negros que al mismo demonio, bueno, nunca he visto uno, pero estoy segura de que así mismo sería la forma de su mirada.

Buscando desesperada en nuestra casa una señal de cordura que me impulsara a escapar, encontré un día una carpeta con los antecedentes de su divorcio, lo estaba gestionando mientras vivíamos juntos, por tanto, al leer ir leyendo el expediente, no solo encontré evidencias de violencia contra su ex pareja sino que también intentos de suicidio por parte de ella.

La había despojado de la casa, urdido una estrategia para obtener la custodia del hijo, presentó también falsos antecedentes de insolvencia para no darle una manutención y cuanta cosa rara se pelea en un juicio con el fin de aplastar a otro, solo que esta mujer fue su esposa, la mujer que amó, así como un día creí que me amaba a mí, no podía creer lo que mis ojos leían, por primera vez vi desnudo el hombre al cual le entregué mi vida y como lo hizo con ella, también a punto de pulverizarme ahora a mí.

No sé si era más terrible su odio, indiferencia, sus ofensas o todo aquello que había encontrado y que me obligaba a dejarle, yo quería irme, pero él era para mí como el mismo aire y estaba segura de que si no estábamos juntos, yo moriría, es como si me hubiera hechizado y aún consciente de su daño, no estaba lista para perderlo.

Quisiera contar que fue fácil el desenlace, pero no es así.

Cuando quise irme, amenazó con matarse, luego con destruirme, otros días luchó por conquistarme, y con cada acto ambivalente más me enloquecía hasta que un buen día tomé mi bolso y salí de casa sin llevarme más que un par de documentos, ojalá y pudiera haber marcado desde ahí una diferencia, pero parece que más mal estaba y como algo de fortuna me quedaba, mi familia me puso en manos de ayuda profesional, que hoy 18 meses después , todavía me acompañan y aunque sana no me siento, creo que por fin puedo sentir que  tengo una oportunidad.

El intentó matarme, no literalmente, pero dicen que hay personas que se alimentan con el alma de otras, y yo que pensaba que eso pasaba en las películas de terror, y claro, había vivido la mía propia, incluso sin darme cuenta, yo era la protagonista.

La chica enferma de la calle 7, a esa a la que ahora le llamaban loca, por todo el desprestigio sembrado por su amor maldito y con un largo camino por no verse con camisa de fuerza, aun cuando en su alma si se siente a veces como ella…así mismo me miro hoy, pero desde afuera.

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