

Cuando tienes un amante, puedes pasar años dando vueltas en el mismo ciclo: indiferencia, amor, promesas, excusas, presencia precedida por ausencia, y mucho tiempo perdido por creer que todas las cosas que el otro está diciendo son ciertas.
Las principales aspirinas de un casado: “No la quiero”, “Tú me cambiaste todo”, “No tenemos vida sexual”, “Me quedo por mis hijos”, “Está loca”, “Depende de mí financieramente”, “Temo por mis hijos”, “Temo por su vida”, “Dame un poco más de tiempo”, “Tú sabes que solo te amo a ti”, “Cambiaste mi vida”, “Contigo soy feliz; en casa vivo un infierno”, “No le importa lo que hago”, “Contigo me siento vivo”, “Es gorda, no se cuida, no se arregla, no es como tú”, “Ya verás cómo pronto estaremos juntos”… Y así podría seguir un largo rato solo para contarte que el cinco por ciento de los hombres casados realmente se enamoran de sus amantes y dejan a su familia por comenzar una nueva vida con ellas. Así que, si quieres quedarte, considera la estadística, no te tragues las mentiras y pon pie firme en la tierra para que no vayas a caer al vacío cuando lo descubras. Y perdóname la honestidad, pero es mi respuesta a tu pregunta: “¿Crees que debo dejarlo?”. No lo sé, es tu vida y debes decidir si, por adicción a un hombre, la quieres montar sobre mentiras. En el fondo, yo creo que mereces mucho más que estar esperando a que ese otro te elija, pero sé también lo difícil que es desprenderse de una relación de esas características. Incluso sé el dolor y sufrimiento que te causa pensar hacerlo, pero hay que poner en una balanza el bien superior y preguntarte: “¿Qué quiero llenar en mí permitiendo una relación así?”. Tal vez encuentres un gran vacío dentro de tu historia en donde solo reconoces ese amor como único combustible para llenarlo.
Quién sabe si identificas la herida y un remedio para esta, de modo que por fin puedas tener esa tan ansiada libertad de ser feliz en una relación que no sea a medias. Como ese pensamiento tomó forma de emociones, tu inconsciente ya te dio aviso de que era hora de configurar la conducta en pro de cuidarte; por tanto, accionas los mecanismos de defensa necesarios para que nadie se te acerque, para no confiar, para huir de aquello que se te pone por delante, porque siempre estás pensando que aventurarse a algo es equivalente a saltar al vacío.
Si de niña te enseñaron que los hombres son malos y que solo se acercarán a ti para utilizarte, vas a sentir tristeza, enojo, ira y mucha decepción. Sin que haya pasado nada en tu vida todavía, aquellas emociones tomarán la forma de un sentimiento de inseguridad permanente mezclado con mucha aversión al sexo opuesto cuando de relaciones se trata, viendo en cada ser humano intenciones deshonestas. Aunque quieras comportarte de manera diferente, esa creencia ya causó estragos en tu forma de ver la vida, declarándose como una verdad absoluta. ¿Qué crees que haces cuando estás convencida de algo? Manifestarás en todas tus relaciones conductas referidas a dicha creencia y, de tanto dar crédito a que los hombres son malos, algo inconsciente harás para alejarlos: te pondrás hostil, defensiva, iracunda. Puede ser que incluso salgan de ti conductas tóxicas, todo con el fin de ratificar tu pensamiento instaurado y, así, despertarás en estos sus malas emociones, que te caerán de vuelta reforzando tu creencia inicial y justificando así todo lo que siempre has considerado una verdad absoluta. Es decir, una profecía autocumplida. Es más, buscarás hombres con dichas características; no tú, sino esa parte de ti que solo quiere protegerte, que va a estar viendo en cada ser un enemigo; en cada situación, un peligro; en cada intento tuyo por correr riesgos, el fracaso, y así deberás ir jugando con aquello que configuraste versus lo que de verdad debes construir en tu mente para mejorar tu calidad de vida.
Eres lo que piensas por el poder que tiene tu mente de configurar verdades o mentiras, de dar curso a emociones positivas o negativas y de convertir tu vida en una sucesión de hechos vividos con optimismo, fuerza, confianza y resiliencia, o bien desgano, apatía, depresión, miedo y evasión. Nada de lo que ves es una verdad absoluta: nadie está en lo correcto o en lo incorrecto. Cada uno mira la vida con los lentes que se pone, y creerá ver solo lo que en ellos se proyecta. ¿Quieres cambios? Sácate los lentes y ve el mundo con los ojos que van a reflejar a la persona en la que te quieres convertir. Cambias y haces lo que quieres en el minuto que determinas hacerlo; no hay otro secreto.
Este es un tema complejo de digerir, así que no te compliques: solo te puse unos ejemplos. El resumen es que todo está en ti, tanto la realidad que hoy tienes como aquella que quieres construir. Lo que de ti percibes es solo la punta del iceberg; lo que está debajo es tu mundo inconsciente lleno de estrategias, tanto buenas como no tan buenas, que diseñaste desde niña para caminar por un mundo que te era desconocido. Dominar la mente es dominar tu mundo.
Comentarios