

Para sanar la adulta que eres, primero debes escuchar a la niña herida que vive en ti, darle el pase para que se exprese, chille y patalee, para luego hacerle saber que no volverá a estar sola, porque te comprometes a ser tú la adulta que la ame y proteja, desde ahora y para siempre.
Este proceso puede tener distintos matices. Ante heridas y experiencias profundas, un profesional de salud mental siempre será la persona más recomendada para ayudarte, y no cualquiera, sino ojalá, alguno que puedas comprobar que se haya especializado en esta materia.
Si no están afectadas todas las dimensiones de tu vida, si aprendiste a vivir con las malas experiencias, pero igual sientes que tu ámbito relacional es el más afectado, puedes repararte con mucha disciplina, autocuidado, un trabajo continuo de autoestima y de consciencia respecto a ti misma, para así discriminar cuando es la niña que grita o la adulta que decide, y de ese modo, puedas gobernar los comportamientos que te están boicoteando la vida.
Existen muchos exponentes en redes sociales expertos en ir acompañándote en la travesía, puedes incorporar también, lectura de desarrollo personal, eliminando al mismo tiempo de tu vida, toda información y vínculos que te restan energía.
Deberás hacer algo así como una limpieza de cosas y personas que no te suman, iniciando un camino consciente de alcanzar un nivel diferente.
Otros profesionales como coaches transpersonales o relacionales, pueden caminar contigo a través de estrategias de corto plazo y bastante efectivas para trabajar sobre tus creencias limitantes e ir reemplazándolas por otras más potenciadoras.
Ejercicios de visualización, formulación de objetivos, seguimiento de tareas y conversaciones efectivas, son bastante sanadoras al momento de conectar con aquello que duele con el fin de lograr un estado emocional más beneficioso. Muchas veces se hace necesario conectar con aquello que sucedió, pero también es posible sanar una herida sin recordar exactamente la mala experiencia, basta un careo con tu dimensión interna, para así recorrer el camino que necesitas para dejar de sentirte ajena en tu propio cuerpo.
Se le llama volver a casa.
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