Nada de mí te gustaba, pero yo seguía peleando. Me hiciste creer que todo me diste, pero caro cobraste luego por cada detalle ofrecido. Que si mucho hablaba, que si mal escribía, que si mi inquietud te alteraba, que si conmigo mal dormías. Me decías que era bella, pero me mostraste fotos de otras que lo eran más; te gustaba hacerme sentir pequeña y te molestaba incluso verme brillar.

Siempre te escuché decir cuántas mujeres habían esperado tu llamada, que yo debía sentirme afortunada de tu interés. Casi te creí, por un momento sentí culpa de no haber sido diferente, pero no podía serlo si, desde el día que me conociste, me hiciste ver que no querías más que un instante y, aunque fuiste sumando varios encuentros, siempre desestimaste la idea de un compromiso.

Engañada caminaba contigo, pensando que mi amor te haría pensar diferente.
Un abrazo, luego indiferencia. Un pobre escrito que decía: “Ven” y luego un doloroso “Ya no quiero verte”. ¿Qué hace que una mujer se quede ciega, no advirtiendo que, tras tanta incongruencia, solo hay indiferencia? No sé cómo confundí tus atenciones con afecto. Me mentí creyendo que tus palabras eran solo para mí y la verdad estuvo siempre de frente. Ahora me castigo por ilusa y me lamento al mismo tiempo por dañarme, pero sé que no hay culpables aquí, solo alguien que nada dio, y otra que imaginó recibir.

Reflexión
Caminar con heridas emocionales, con experiencias no superadas, aprendizajes ignorados, profundos vacíos del alma y una suma de necesidades afectivas, te hace buscar en otro, con desespero, todo aquello que te fue restado. Y por eso confundes un saludo con un “Te amo”, un almuerzo con una intención de compromiso, sexo con amor, una ida a dejarte a tu casa como señal de protección y cuidado. Y así, en cada movimiento, te inventas una historia que solo es el reflejo de tus deseos profundos, y no necesariamente de las intenciones reales que otra persona tiene contigo. Por eso sueles sentirte siempre tan decepcionada o engañada… Proyectaste y no leíste realmente las señales que otro te daba, sino que las interpretaste como tú quisiste, para tener la esperanza de que, por fin, alguien te quisiera como tantas veces imaginaste, sintiéndote por fin completa después de tantas piezas faltantes.

Comentarios