Cuando me decía que yo era mucha mujer para él, nunca comprendía porque eso le agobiaba.
Cuando me hacía sentir que le era difícil corresponder a mi entrega, y por eso, jamás podría parecerse a mí un poquito en ello, no me daba cuenta de lo que entre líneas me estaba expresando.
Cuando hablaba del merecimiento, usando la frase cliché “yo a ti, no te merezco”, se me hinchaba el pecho del orgullo de ser vista ante sus ojos como una mujer importante.
Y a pesar de que esas expresiones parecían buenas para justificar la impermanencia, no me daba cuenta de lo que en realidad quería decirme con tanta ambivalencia.
Eso de “eres demasiado buena para mí”, “no merezco a una mujer como tú”, “admiro tu entrega, pero yo no puedo darte lo mismo”, siempre lo dice una persona que no se quiere comprometer.
Lo hace empequeñecido, para que no molestes tanto. Para que dejes de presionarlo, te hace sentir una persona benevolente, se hace menos, acariciando tu ego, para que ignores su indiferencia y con él te sigas quedando.
Una persona que dice no merecerte, simplemente, es porque no está dispuesto a dar nada de sí.
Una persona que dice valorar tu entrega, pero que no da en reciprocidad, te muestra que no está en sintonía contigo, y por eso, no invierte ni un quinto en devolverte un poco de lo que de ti recibe.
Una persona que dice no poder corresponderte, simplemente, no lo siente, pero le conviene tu presencia y por eso te retiene con promesas que jamás van a cumplirse.
Una persona que te considera grandiosa, pero que no es congruente con su comportamiento, te está mostrando que en su corazón, simplemente, no le nace quererte.

No romanticemos la indiferencia de otro con la estrategia de ser víctima de las circunstancias.
No nos ve como diosas, simplemente, no puede amarnos. No lo siente y no es capaz de decirlo.

Para que ponerle guindas a la torta.
Mejor conscientes que sordas ante lo evidente.

Comentarios