

Si tú puedes seguir tu vida normal tratando temas con tu ex, este texto solo podría servirte para ayudar a otra persona que no pueda hacerlo. La base del método de piedra gris es no reaccionar emocionalmente ante provocaciones de una expareja y, por supuesto, tampoco provocarlas tú.
El objetivo principal es desvincularte completamente de él toda vez que no te sea posible hacer contacto cero en un ciento por ciento, ya sea por hijos, trabajo, convivencia o cercanía.
Debes ser muy fuerte, estar determinada a no sucumbir a tus emociones y mantenerte absolutamente neutra en su presencia. Si es necesario, no intercambiar palabras y dejarlo todo por escrito será mucho mejor, ya que hasta una mirada suya puede echar por la borda tu recuperación. Estás sensible y vulnerable; por lo tanto, hablar en esos momentos, reclamarse o, incluso, profesarse cierta nostalgia, son verdaderos cuchillos que seguirán desgarrando tu corazón que, por cierto, ya se encuentra bastante malherido.
Cuando terminamos una relación y nos vemos en la obligación de interactuar cotidianamente, surge lo siguiente:
La rabia: Esta se mantiene latente, no cesa; cada aparición suya trae de vuelta un sentimiento iracundo.
La culpa: Esta se cuela por los recovecos de tu día: lo miras, recuerdas, anhelas y te preguntas qué hubiera pasado si las cosas hubieran sido diferentes; te cuestionas, te enjuicias y, aun con el dolor a cuestas, pareciera que tu amor sigue intacto.
La esperanza: Convivir con un ex fuera de la relación podría alimentar tus esperanzas de regresar con él; además, hay muchos hombres que gozan confundiendo a sus exparejas hablándoles bonito, buscándolas, mirándolas con nostalgia y, en más de una ocasión, incitándolas a un encuentro furtivo; todo lo anterior es enemigo acérrimo de tu paz mental.
La tristeza: Te embarga un continuo sentimiento de dolor, de pena, de desazón. Imagínate si te toca convivir con su nueva pareja, ya sea en el trabajo, en tu vecindario o, incluso, compartiendo con ella tus propios hijos… Todo lo anterior te mantendría vibrando en una frecuencia de bajísima energía, y es muy probable que, en un estado emocional de esas características, todo te salga mal. Entonces, ¿qué hacer si, a pesar de haber terminado, te toca seguir viéndolo?
En principio, y antes de enseñártelo, te recomiendo borrar todas las fotos de la galería de tu celular, de Instagram y Facebook, y también quitar los cuadros de la casa. Lo que sea, cualquier imagen suya deberá desaparecer.
Si tienen hijos en común, ya sé lo que me dirás: “No puedo hacerlo, quiero conservarle la historia a mi hijo…”. Pues bien, yo te entiendo. En ese caso, vas a archivar de redes sociales las publicaciones donde él aparezca, así como las fotos de tu celular, seleccionando un par de fotos representativas que le quieras enseñar a tu hijo más adelante. Vas a pedirle a alguien que cree una carpeta con una contraseña que tú no debes saber, y le vas a dar la tarea del almacenamiento —muy lejos de ti cualquier registro hasta que estés mejor—.
Vas a ir a buscar una caja y dejarás en esta todos los recuerdos físicos existentes y que mueven tus sentimientos; luego la vas a regalar, botar a la basura o la dejarás en una bodega desde donde te dé mucha pereza ir a buscarlos.
Reemplazarás en tu Spotify, o en tus listas de Youtube, o donde quiera que escuches música, toda canción representativa de la relación por unas bonitas, alegres y esperanzadoras.
Vas a ir a un lugar de tu casa —el que elijas— donde haya tierra y le harás un minirritual, enterrando un objeto preciado entre él y tú a modo de funeral. Lo que queremos es que esa presencia que antes era física en tu vida adquiera una presencia psíquica, de modo que, cuando lo veas, sea como un fantasma para ti, no como una persona real.
Método
Si les corresponde hablar, deberá ser lo justo y necesario (mejor si es por escrito); si puedes buscar un intermediario entre él y tú, también vale, pues todo aquello que afecte debe minimizarse. Los temas por tratar jamás deberán estar situados fuera del punto en común; nada de reclamos, recriminaciones, sarcasmos, indirectas ni palabrerío cursi entre ustedes. Debes estar decidida a interactuar lo menos posible con él.
Evitar el contacto físico; palmaditas en la espalda, abrazos, roces de mano y, por supuesto, revolcones innecesarios. El contacto visual también debe estar muy limitado, apartando tu mirada de su rostro si se cruzan e, incluso, evitándola si eres una persona sensible visualmente. No queremos confundir a nuestro cerebro, ya que, al hacer el ritual del entierro y evitar señales erráticas posteriores de resurrección, podemos comenzar a desarrollar un proceso de duelo eficiente que, ojalá, dure lo menos posible.
Lamentablemente, deberás pausar el contacto con todas aquellas personas involucradas entre ambos —esto incluye a sus familiares y amigos—; es necesario que te apartes completamente de cualquier información que pueda afectar tu proceso.
Si el contacto con él te sigue doliendo mucho, vas a tener que buscar la forma de dejar todo judicializado: dinero y visitas, para no tener que verlo ni hablarle más que por correo electrónico (también con comunicaciones muy precisas) y, si el caso es trabajo, casa o barrio, un plan de corto plazo para salir de ahí también es una buena salida.
Amiga, esto es para mujeres valientes, decididas, determinadas a reconstruirse y a comenzar a vivir en consecuencia con aquello que quieren para su vida. Yo te garantizo pleno éxito si te decides por ti. Aquí sigo para acompañarte a recoger tus pedazos, los que al final del dolor se terminan fundiendo en una nueva joya.
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