

Exceptuando a los narcisistas, que tienen armas nucleares para minar por completo la dimensión emocional de alguien, es posible que pasemos por alto muchas banderas rojas cuando conocemos a una persona.
Y esto ocurre principalmente porque, como nos sentimos incompletas, cualquier poquito de algo nos llena, y creemos ver en otro proyecciones de nuestra mente que quiere hacer real una figura que nos provea de todo aquello que nos fue restado.
Amor, reconocimiento, valoración, aceptación, presencia, permanencia, reafirmación, protección, e incluso, cobertura de necesidades básicas, como si todo fuera un conjunto de ingredientes faltantes en nuestro inconsciente, que nos lleva a aferrarnos a todo aquel que nos da un poquito de eso que nos falta.
Es entonces cuando nos ilusionamos en aplicaciones de citas, relaciones montadas por WhatsApp basadas en interacciones básicas, emojis, rutinas de saludos y despedidas, revisión de estados e historias. Cualquier click que el otro haga en su celular podría significarnos el más puro amor o la más completa devastación.
Imagínate esto:
Todo viene de afuera, si me habla, me hace el día, si no, me lo arruina.
Mi vida gira en torno a una relación que apenas inicia. Pierdo la perspectiva, el juicio de realidad. No se puede amar al mes, ni al segundo, ni al tercero, y tal vez hace falta harto más que meses para construir un vínculo sincero.
Sin embargo, nos cegamos, creemos ver cosas donde no las hay e incluso nos reforzamos la permanencia en una relación ambivalente, justificando la entrada y salida del otro de nuestra vida. Decimos que solo temporalmente, que luego va a decidirse y ya pronto va a querernos, en congruencia con sus palabras, a pesar de que tenemos muestras que caminan opuestas.
Y pasa un año, dos, tres y seguimos esperando. Es importante entender que esa espera es irracional, que quien a los 6 meses te oculta, te esconde, te da y te quita, es altamente probable que así vaya a quedarse.
Comentarios