

Ser la mujer “del proceso”, implica estar de paso en la vida de alguien que se encuentra transitando una crisis.
Es posible que esté viviendo una ruptura, que siga enamorado de una ex pareja, que esté atravesado un divorcio, que haya sido dejado o incluso que esté sufriendo una infidelidad reciente. Cualquier experiencia en donde se sienta en un limbo y tu aparición en su vida sea para mostrarle algo que no logra comprender.
Incluso ser su compañía en momentos en los que la soledad duele o también el espejo que necesita para darse cuenta de que la vida que tenía era la que quería, pero simplemente, no lo sabía.
Es doloroso para una mujer “ser la del proceso”, porque quiere trascender ese estado y ser la sanadora de sus males, la que le devuelva la esperanza, la felicidad perdida, porque cree que su amor podrá curarle las heridas, logrando que en sus brazos olvide la experiencia de dolor y la pueda mirar en adelante, como la nueva mujer de su vida.
Pero eso nunca pasa amiga querida, porque ser una tabla en un mar revuelto para alguien, no es garantía para que te ame y haga borrón y cuenta nueva a esa parte de su historia que lo tiene secuestrado en un pasado que no existe, pero del que todavía sigue aferrado con uñas y dientes.
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