Hice una lista de lo que viví contigo, solo para que los buenos recuerdos no me secuestraran la realidad de los hechos.

Me encontré de frente con todas aquellas veces en las que me castigaste con tu silencio, días sin hablarme o escribirme, porque, supuestamente, me había equivocado contigo.

Tu modus operandi me hacía suplicarte, reconocer mi error y quedar pequeñita a tus ojos. De ese modo, debilitada y vulnerable, ya estaba lista para ser pateada de nuevo, como una muñeca inflable.

Repasé cada frase inocente, pero desgarradora, que me lanzabas para hacerme sentir mal; que estaba un poco pasadita de peso, que era inaguantable, que nadie soportaría mi carácter, o que difícilmente podría ser querida por una persona distinta de ti.

Tanta basura regada sobre mis maltratados sentimientos me llevaba a creer que todo eso era cierto y que debía agradecerte incluso por querer estar.

Se me vino también a la mente el recuerdo de cuando te hacías el ofendido, salías de la casa y luego de haberte perdido horas (e incluso días), regresabas de la nada, haciéndote el sufrido, mientras olías a alcohol y perfume barato.

Y yo te dejaba entrar; me entregaba a ti y me tranquilizaba por tenerte otra vez de vuelta. Cuán ciega pude haber estado para no haber tirado hacia la calle tu maleta, luego de las burlas, las faltas de respeto y manipulaciones que tuve que soportarte como pago para que te quisieras quedar conmigo.

En la lista repasé tus ataques, amenazas, el veneno de tu madre, de tus hermanas y cuñadas que me torturaban con su presencia. Recordé todos los domingos que tuve que poner cara de risa, tomando tecito con tu familia, solo para que te sintieras bien, para que no me trataras de egoísta, aun cuando yo me moría de ganas por hacer otras cosas.
Recordé los vistos, los días completos sin hablarme, las conversaciones sospechosas que te descubrí tantas veces por Instagram o WhatsApp. Tú, con una ingeniería de las avanzadas, dabas vuelta la situación para que terminara pidiéndote perdón por todas mis intromisiones.

Hice la lista solo para no olvidar que fuiste tú quien, a pesar de todo eso, me dejaste. Debiendo haberte botado primero yo, no lo hice, porque siempre creí que un buen día ese amor que decías tenerme tomaría forma y fondo.

No quería creer que había botado mi tiempo contigo a un vertedero de esos comunales. Por eso, cada vez que apareces para molestarme con tus intromisiones, repaso la lista una y otra vez, para que no se me ocurra en la vida darte la oportunidad de que me destroces otra vez con alevosía.

Hay cosas que no cambian y, como estas, personas que siempre volverán a mostrar los mismos comportamientos. Este es mi aprendizaje; te digo NO, NO Y NO todas las veces que sean necesarias, hasta que te canses y comprendas que hace rato ya no existe la mujer que conociste.

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