

Ella no es una profesional de salud mental, ni estudió alguna disciplina de terapias alternativas, ni tampoco es enfermera ni experta en consumo de sustancias. Pero le pone mucho empeño asistiendo a su pareja en cualquiera de las aflicciones que lo aquejan. Lo cuida como si fuera su terapeuta exclusiva; consigue dinero para asistirlo, o incluso, a veces, se disfraza de codependiente, para ayudarlo a satisfacer sus adicciones. Sufre y se siente responsable de todo lo que le pasa; deja de lado su propia vida, la de sus hijos y se concentra en ser la salvadora de un humano que ni siquiera se reconoce como enfermo. Da una batalla campal; se queda sin fuerzas, sin plata, sin familia, sin empleo, con su sangre vaciada en el ruedo, dando la pelea para que su amado se cure y puedan concretar el sueño de ser una pareja saludable. Así, años y años, camina con la convicción de que podrá ayudarlo, hasta que queda sin ganas, o es abandonada por el personaje, sin entender cómo fue posible que le pagara de esa manera tanto esfuerzo invertido.
Moraleja
No eres terapeuta. No tienes el conocimiento ni las herramientas para sacar a nadie del infierno. No te corresponde salvarlo; esa responsabilidad es solo suya, y tú puedes acompañar siempre que el otro haya tomado consciencia e iniciado su propio camino de rehabilitación y reparación de las heridas que lo llevaron a dicha problemática. Puedes estar ahí, pero solo como espectadora, sin descuidar jamás tu propia vida.
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