

Que te dejen de amar ya por sí solo, es doloroso.
Pero que te rechacen, hace mucho peor la experiencia.
Siento que en algún minuto por eso, se vio afectada seriamente mi salud mental, casi insoportable me era pensar que yo le repelía, ahora que lo pienso bien, tampoco lo pasó mucho mejor que yo, al principio me tenía paciencia, me daba excusas de su distancia, pero ya luego la fue perdiendo y de tanto insistirle, aburrido y sin anestesia me desechó de su vida con un estilo que parecía ser compasivo, pero para mí, resultaba humillante.
Aún así, yo seguía intentando, porque me enseñaron a que por amor, valía la pena dar la pelea.
Que ilusa, si eso se hace de a dos, no de a uno, pero yo no lo sabía, confundí la insistencia con la constancia, cuán diferentes son los contenidos de esas simples palabras.
Lo cierto es que parecía una loba en celo persiguiendo a su presa, la que huía despavorida de mi seducción inoportuna, extraña y sin una estrategia definida.
Estar tras una persona que huye de ti, es muy loco. Pasan cosas a nivel de liberación de endorfinas tremenda.
Es como si todo ese deseo desparramado se acrecentara con cada desprecio que me daba y yo, empecinada en apagar el fuego de mi carne, le hice la vida de cuadritos.
Un llamado, dos, un WhatsApp a eso de las 4 AM, una aparición fantasmal por los lugares que frecuentaba, un mail desolado, una canción dedicada, un mensaje de otro teléfono (a esas alturas ya me había bloqueado) y de tanto pedirle una oportunidad, lo que no sabía era que él acrecentaba su desprecio por mi ser humillado y en vez de volverse compasivo, se puso furibundo y hasta casi una orden de restricción, me tuvo que poner por insistente.
Dicen que el deseo por alguien que no te quiere, ha sido objeto de estudio durante mucho tiempo.
Es como si se desatara el mismo mecanismo de la adicción, en donde a la abstinencia prolongada, le preceden unas ganas terribles de consumir y si no es posible hacerlo, reacciones fisiológicas comienzan a desatarse por todo el cuerpo.
El cerebro es una masa extraña, por si sola esconde un mundo de mecanismos incomprensibles al ojo humano.
Cuando pierdes al objeto de tu deseo, sigue tu mente intentando tener la misma recompensa que recibía cuando estaba presente, por eso es que mi comportamiento disociado me llevó a inventar desde las excusas más elaboradas, a las más tontas, el mayor ejemplo fue tratar de convencerme con la frase: sé que todavía me quiere, no lo reconoce porque está dolido…
¡Já!, dolido iba a estar el perla, era yo la que estaba inventando estados que justificaran mi delirio de persecución por ese pez esquivo.
Cuán cierto es eso de que quien te quiere, no se arranca, te enfrenta y por último te lanza misiles de ira, pero no huye de ti como si tuvieras lepra, eso me pasaba a mí con él, pero yo no quería aceptar que lo único que sentía por mí, era desprecio.
Cualquier parecido con la realidad es casual, tú tranquila, varias hemos sido ella alguna vez.
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