

Una buena salud emocional se da cuando eres consciente de los recursos que tienes para enfrentar las cosas que te van pasando.
Cuando no se gestionan correctamente, es fácil entrar en estado de parálisis, miedo, o huida, lo que bloquea toda posibilidad de encontrar soluciones creativas y oportunas a los problemas.
Es importante considerar que no solo influyen en nuestras decisiones si no que además se manifiestan en nuestro cuerpo y expresiones, mostrándonos a los otros incluso de formas en las que no queremos que nos vean.
Gestionarlas correctamente (reconocerlas, potenciar las buenas, no sobre reaccionar a las malas) son la base de todos los cambios futuros que realicemos con el fin de no dañar, ni dañarnos y tener así, una mejor calidad de vida.
Las emociones son un termómetro, nos hace identificar cuando estamos felices, ilusionados y también en peligro.
En algunas ocasiones son como una válvula de escape frente a momentos que nos sobrepasan, sobre todo la pena, que echarla afuera deja espacio en el alma para que entren mejores momentos.
Sin embargo, les contaré que hay otras que si no se manejan bien, pueden llegar a ser muy corrosivas.
La Ira: Es el desate de sentimientos malos, destructivos y violentos tanto para quien los siente, como para aquellos que reciben la ira de otro.
Lo único que se consigue iracundo, es como querer apagar el fuego con bencina, incrementando el conflicto original, es importante reconocer este estado para poner paño frio, y bajar las revoluciones que se están generando .
Un momento de ira mal manejado puede causar una herida a fuego, enfermedad crónica , separación permanente e incluso la muerte de sentimientos y relaciones.
El Miedo: Si no tuviéramos miedo, nos pasaría el opuesto, es decir, estaríamos siempre persiguiendo situaciones de riesgo, poniendo en peligro nuestra integridad.
Por tanto el miedo sano nos previene de situaciones potencialmente dañinas, poniéndonos en estado de alerta toda vez que hay que cambiar el rumbo.
Sin embargo, un miedo infundado, en donde se ven tigres cuando no los hay, o fracasos que jamás han ocurrido, puede llegar a ser la peor barrera para alcanzar el máximo potencial de una persona, por eso hay que hacerle un caso justo, ni tan poco que mate ni mucho que paralice.
La Envidia: ¿Habrá algo más incomprensible que sufrir porque el otro tiene lo que uno no tiene?
Las personas que se ponen mal por la felicidad de los demás, o que miran lo ajeno con ojos de rabia, en el fondo creen que jamás serán capaces de que lleguen a su vida cosas buenas, por eso les afecta la abundancia del resto, tanto que ciega y no permite ir a buscar la propia felicidad.
Los Celos: Querer poseer al otro como si fuera una cosa, seguirle los pasos, estar en su mente, adivinar sus reacciones y ojala aislarlo del mundo con el fin de no perderlo, es un sentimiento de una inseguridad tal que no permitirá jamás disfrutar de una relación sana, incluso terminará por espantar a cualquiera que se encuentre más o menos estabilizado en su parte emocional.
Solo una persona enferma de toxicidad se queda con otra de igual característica, el sano siempre termina por arrancar.
El Apego: Sentir que en las manos de otro está la propia felicidad es algo tan irreal como dañino para quien así lo percibe como para el supuesto responsable.
Si creemos que otra persona nos puede hacer felices, estaremos depositando todo nuestro bienestar en ella, y si está cerca, cumpliremos el objetivo, pero bastará con que ya no nos quiera más para irnos a piso. ¿Será justo entonces darle ese peso a otro que tal vez ni siquiera sepa cómo ser feliz por sí mismo?
El apego concluye eso, nos volvemos parásitos de un cuerpo con el finde sobrevivir y si ese cuerpo muere, morimos con él, triste realidad apegarse a aquello de lo que deberíamos ser libre para disfrutar.
La Soberbia: Quien nunca ha recibido reconocimiento, siempre va a desear estar sobre los demás ya que será la única forma de que se sienta suficiente.
No es lo mismo reconocerse valor propio que creerse el dueño de la verdad, trabajar en conceptos de amplitud mental, aceptar opiniones, aunque sean diferentes y creer que en cada persona hay algo grandioso que suma a un todo, es la clave para que el entorno nos abra puertas, en todo ámbito.
Las personas soberbias no solo no son queridas, sino que además reciben muy mala energía.
La Culpa: Ser víctima es más fácil que hacerse cargo.
Tirarse a piso, sentir que todo se ha hecho mal, que nada bueno hemos logrado o que hemos sido culpables y no responsables de cuanta cosa mala nos haya ocurrido, es un gran argumento para derrumbarse y no hacer nada por mejorar.
No sientas culpa, toma tu poder y corrige si te has equivocado, erradicar la culpa hace que te vuelvas a mirar de frente con dignidad y no con rechazo.
Entiendes ahora, ¿por qué no hay que dejarlas estancadas?
Es por ti, por los demás y por el mundo en general.
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