

Se me hace cortito el regreso a casa escribiendo.
Lo hago parada, casi siempre parto el escrito en la estación de metro mientras espero que filas de filas de gente pasen al carro que sigue, así me distraigo.
La gente se empuja y se aprieta aumentando la sensación térmica.
Fijo que hay como 37º grados ahora, lo bueno es que yo tranquilita espero mi turno escribiendo, eso me evita la queja.
Mientras pienso en la historia que quisiera contar, hoy se me vino a la cabeza una que tengo media oculta, como que da vergüenza, pero confío en el silencio de los lectores y cruzo los dedos para que no llegue a manos del protagonista.
Este cuento habla de mi interés por alguien menor, sí, no me juzgue Ud. pero el cabro podría ser hasta mi hijo.
Bueno no tanto, por su pensamiento sí, de todas maneras.
Para que se imagine mejor la escena le cuento que yo soy medio ejecutiva en la semana, vestida formal, tacos y maquillaje.
Cuando me junto con el chicoco me da pudor por que llega con sus jeans rasgados y sus poleras destruidas.
Del hombro le cuelga una cartera tipo banano y siempre tiene cara de que tiene tiempo.
Yo salgo toda cansada del trabajo y él ahí proponiendo tomar cervezas, oír música en vivo, baile y sexo desenfrenado.
Todo el pack de cosas entretenidas para hacer en seis horas como si yo no tuviera nada que hacer al día siguiente.
Eso pasa cuando uno anda con un cabro chico, las quiere todas sin percatarse que a una los años le pasan la cuenta.
Pero me entretiene, hay que decirlo.
Desde que estoy con él como que retrocedí en cinco años.
Me río más, volví a escuchar reggaetón contra todo pronóstico y pareciera que espero los viernes con infinitas ganas.
Es cierto que somos más diferentes que el día y la noche, pero de que en la cama hacemos un eclipse perfecto, eso ni dudarlo.
El niño me prende, me entusiasma.
Cuando me ve, se le nota que le gusto, yo creo que lo que le gusta es la sensación de estar con alguien grande, pero no le digo nada, le sigo el juego porque además de todo, me cae bien.
El infante (en sentido figurado) tiene la alegría que te da el no tener obligaciones. Vivir el momento presente cono si fuera único, le admiro eso porque yo vivo pensando hasta en el ahorro necesario para jubilar con dignidad… vaya las diferencias entre ambos.
No andamos de la mano por la calle, eso me da pudor.
Siempre nos juntamos en un lugar privado
Yo a veces pago la cuenta y él se avergüenza, le digo que no se preocupe, que otro día me invita.
Me gusta, me hace reír.
Él sabe que esto no se trata de amor, pero a veces jugamos a querernos, algunos días sueño con que soy más chica y que podemos estar sin pesar tomando cerveza en una plaza, bonito sueño es cuando despierto y entiendo que está locurilla de verano tiene fecha de vencimiento.
Como todo en la vida y sus impermanencias, sé que el chico un día crecerá y tal vez hará de nuestro cuento su propia historia, como yo ahora mientras voy camino a casa, en el metro.
Ojalá pueda leer algún día lo que escribió de mí.
Leer eso sería un verdadero privilegio.
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Hola Rayen , me gustaría que escribieras sobre la misoginia