Cuando nos gobierna el ego, se manifiesta el “yo”.

Parece algo malo, pero no es tan así.

El ego nos permite construir la propia identidad y movernos en el mundo con protección, ese es su principal fin.
El problema se da cuando se nos pasa la mano y dejamos de ser nosotros para convertirnos en cada una de nuestras máscaras, borrando cualquier vestigio de la propia esencia y haciéndole frente a la vida desde el miedo a salir mal parados de alguna circunstancia.

El ego no permite soltar, nos obliga a retener, a pelear aun cuando se pase a llevar la propia dignidad.

Es como si una niña berrinchuda se escondiera en nuestro corazón, obligándonos a luchar por todo aquello que considera importante, aun si no tenga ningún fundamento para sostener dicha insistencia.

En el amor, el ego nos grita: si no lo atrapas, eres poca cosa.

Mientras que la esencia con su calma, susurra: déjalo ya, no vale la pena tanto desgaste por recibir tan poquito.
El ego no soporta un “no”, el rechazo, que nos cambien por otra persona, que no nos atiendan, que no nos quieran más. Por eso pelea, por eso espera y también se arrastra para ser escogido, no sabe de dignidad, porque su miedo a no sobrevivir le gana a la autovalía.

Cuando logras calmar a esa niña obstinada, la mujer adulta que te habita toma protagonismo, haciéndote discernir entre un capricho y un sentimiento.

Te muestra el camino más corto, con menos gratificación inmediata, quizás un poco estrecho, pero, sin duda, mucho más tranquilo y seguro para tu paz mental.

Tu “yo” verdadero, tras las identidades que construiste, se hace más grande, más fuerte y menos complejo en sus decisiones porque sabe que todo en la vida es temporal

Entiende que con el dolor se transciende, pero no es necesario navegar en el sufrimiento. Sabe que soltar aquello que roe el alma será el paso hacia otra mejor experiencia.

Para allá caminamos los humanos con nuestras vivencias, hasta la graduación final. El verdadero desapego es soltar aquello que no puedes cambiar, aceptando cada una de tus circunstancias y no para resignarte, sino para no seguir perdiendo el tiempo en circunstancias y personas que nunca valieron la pena.

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