

Parece difícil diferenciar entre la ilusión por expectativas y el daño con alevosía. Pero te voy a contar aquí algunas referencias que te pueden dar un poco de luz, si se te están presentando dudas respecto de las verdaderas intenciones de la persona que estás conociendo, o incluso con la que ya llevas un buen tiempo, pero que ni por eso termina de convencerte.
Los saludos de amanecida, de acostada, los memes, los emoticones y cualquier otra interacción por WhatsApp (así como también la revisión de historias, estados, likes o comentarios) no son muestras constitutivas de un amor sincero. Podrían ser interpretadas como interés real, ciertamente, pero también podrían ser estrategias digitales para mantener cautiva tu atención. Por lo tanto, no puedes basar tu relación ni los sentimientos que se profesan haciéndoles caso a un par de clics. Las palabras pueden ser livianas en la boca de un alma que no conoce su poder, de aquel que dice fácil los “Te quiero”, que promete cosas sin experiencias acontecidas entre ambos, que hace mucha prosa de los momentos, casi adornando cada letra que se le escapa cuando está contigo.
Apenas te conoce, pero te dice que quiere una relación de compromiso, cuando eso es algo que nace con el tiempo, con las experiencias vividas, con el descubrimiento que uno hace del otro fuera de las sábanas, concluyendo en simultáneo que juntos suman más que estando separados.
Hay otros que pueden mostrarte señales muy confusas; te presentan a la familia, te invitan a reuniones con amigos, almuerzan, toman desayunos, te van a buscar y a dejar a la casa, planifican viajes, pero, aun así, te dicen que no quieren una relación contigo en el sentido opuesto del que te alardea. Hace, pero niega. O incluso dice literalmente que no tienen nada, pero sus acciones te confunden tanto que crees que quiere estar contigo, solo que tiene motivos para no hacerlo.
Está el que te regala todo, te invita a comer, te da lo que quieres (viajes, joyas, invitaciones), como si con cada peso fuera comprando tus afectos. Pero, al momento de entrar en su dimensión emocional, te cierra la puerta en la cara, o trata de calmarte con un nuevo presente, de esos finos, de esos que sabe que tanto te gustan y que valoras como si el amor mismo estuviera envuelto con su celofán rosado.
El sexual enamorado es un personaje que te cita solo para eso, pero en el momento mismo del acto, te trata como si te amara. Se le escapan susurrando en tu oído, mientras lo tienes encima, frases para un libro de poemas. Los “Te quiero” y los “Te amo” fluyen como manantial mientras dura la acción amatoria. Pero, al poner un pie fuera de la cama, regresa a su trato de amigo. Sin embargo, con mucha ilusión, sus “Te quiero” te siguen resonando durante el tiempo que no están juntos.
Y así otras artimañas, que incluso si no se hicieran con la intención de dañarte, tú interpretas como pruebas de un amor irrefutable. Como estás llena de expectativas e ideales, compras caro mercadería defectuosa, solo porque viene con la etiqueta de la marca. Y luego, cuando ves la segunda o tercera mano del producto, no te queda otra que decepcionarte, no solo del outlet, sino de ti misma por haber sido tan poco selectiva.
Te regalo este párrafo que espero que recuerdes siempre: “Para una persona que tiene claro el destino y plazo en el que quiere llegar a un punto, más la forma y el fondo de la comodidad del viaje, no le sirve cualquier locomoción, micro, bus o colectivo incómodo, sucio, lento o que se dé muchas vueltas porque, para sí misma, el fin no siempre justifica los medios, sobre todo si de su autoestima se tratase”.
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