

Alguna vez trabajé en una multinacional, llegando a tener a cargo la gestión de tres países.
En la misma empresa, tuve un ascenso a un puesto al que nadie pensó que podía alcanzar. No porque no tuviera las capacidades, sino porque esa empresa era muy elitista, y yo salí de un colegio con número y no estudié en una universidad gringa, como mis compañeros de roles parecidos. Vivía en la Florida (una comuna popular de Santiago) y no usaba ropa estilosa ni de marca.
Viví el poder, el glamour y tuve mucho reconocimiento.
Viajes, conferencias en hoteles, premios y proyectos a cargo, para entretenerme las 24 horas del día.
Era un tiempo de abundancia, casi parecido a la felicidad. (Engañosamente, debo decirlo)
Pero pasa que, cuando uno se desvía de su propósito, la vida se encarga de recordarte para que viniste.
Y en un remesón con forma de crisis, me despojó de todo lo que había alcanzado hasta ese momento.
Me quedé literalmente con lo puesto, luego de dar una dura batalla para recuperar la salud de un ser querido.
Todo el dinero y los bienes acumulados, se esfumaron para resolver problemas, y de las altas cúspides en las que me encontraba, me caí a pique desde mi ego para conectar nuevamente con la tierra y la humildad.
No fue fácil la experiencia de quedar desnuda en mi propia esencia, cuando siempre me había ocultado tras de máscaras.
Pero, sin duda, fue necesario para comenzar a conectar con mis vacíos.
Porque yo siempre estuve hacia afuera y por eso destiné todo mi tiempo a construir castillos en el aire.
Mi amor propio estaba sostenido por el éxito, reconocimiento y logros alcanzados, pero muy adentro de mí, siempre me sentí pequeña.
Hoy, lejos del glamour de aquellos años, ahora me acompaño de mis libros, lápices, y lienzos blancos.
Estudiando cosas que nada tienen que ver con maximizar ingresos.
Conectando con lo simple, disfrutando de lo cotidiano, sin esperar nada, sin expectativas más que las de permanecer sana y con ganas de seguir creando.
Desde que regresé a mí, muchos espacios de mi vida se llenaron; por eso, con conocimiento de causa, te digo, amiga querida, que la vida te despoja de todo aquello que realmente no te hace falta.
Comentarios