

La adicción a una persona vista desde la neurociencia: tienes el cerebro secuestrado por su presencia fantasmal. Sabes que no lo puedes tener, pero no importa, “el amor es más fuerte”, y prefieres lo poquito que te da a tener que prescindir de ese vínculo. No te importa si es tóxico, si entra y sale de tu vida, si es casado o si te lastima.
Muchas veces no entiendes por qué te empeñas en quedarte con él si sabes lo mal que te haces.
Te sorprendes sintiendo y repitiendo: “Es que no puedo dejarlo”. Se experimentan fenómenos químicos, en donde se segregan una serie de sustancias que son las responsables de proporcionar placer, que llega de súbito y en explosión continua toda vez que se está cerca del ser amado. Incluso ocurre recreando la experiencia que va a suceder en el próximo encuentro.
Así es el cerebro de poderoso cuando se ama con adicción. Sin estar en presencia del otro, la pura ficción de la historia en la mente, hace que se activen los procesos químicos que van a conducir a estados de arrebatamiento.
¿Es posible ser adicto a una persona? Sí. Cuando estamos en presencia de seres que queremos, o incluso a distancia, es posible experimentar este proceso químico, cuyos principales elementos de interacción son la dopamina, la serotonina y la oxitocina.
Este coctel químico se desparrama por el cerebro, y altera el equilibrio de los procesos que funcionaban sin la sobredosis de placer. Aquí te explico las principales:
Oxitocina: Es la hormona del amor, del cuidado, de la protección. De esas sensaciones de calma, de paz y contención que se experimentan con el ser amado.
Dopamina: Es la hormona de la explosión de placer y, como es tan potente su liberación, se hace adictivo repetir el mismo subidón.
Sistema de recompensas: Existe una región de tu cerebro que es la encargada de generar todas las emociones que rigen tu vida y que, al registrar cada experiencia placentera, siempre estará empujándote a repetirla, con el fin de volver a sentir el mismo éxtasis.
En el caso de la adicción al amor (como en la droga) es como si este rinconcito de tu cerebro quedara secuestrado por un malhechor, que alterará todos los procesos químicos que funcionaban en equilibrio, pero que ahora está obligando a tu sistema límbico a repetir una y otra vez las experiencias que necesita para sentirse a gusto.
Aquí no aplican la racionalidad, el pensamiento funcional, la consciencia del ser, ni nada por el estilo. Son desequilibrios químicos que te impiden pensar con claridad, y te obligan solo a sentir una y otra vez lo mismo.
¿Qué pasa con la abstinencia del amor ambivalente? Como ya acostumbraste a tu cerebro a un amor desequilibrado, los procesos de liberación de dopamina que se producían una y otra vez en periodos continuos cada vez que esa persona volvía a aparecer, hoy es la forma que tu cerebro reconoce como la principal fuente de bienestar.
Es decir, si tenías un amor no disponible para ti (casado, tóxico, a distancia, casual o cualquier amor lejos de la reciprocidad y la calma), alteraste el equilibrio químico de tu cerebro, y lo acostumbraste a la liberación de las sustancias del placer; por tanto, esa será la nueva forma en que tus emociones van a interactuar, oscilando entre la felicidad extrema y el éxtasis, y la tristeza y apatía total.
Lo anterior también hace que te obsesiones con una persona que no puedes tener porque, al recrear aquello que vives con él, se desata el baile de hormonas que tu cerebro pide a gritos para sentirse en júbilo. ¿Es malo que se active el sistema de recompensas por ese desequilibrio? Por supuesto; te hará depender emocionalmente de vivir esas situaciones con el fin de sentirte bien, sin alternativas para reemplazar las sensaciones que esa persona es capaz de causar en ti, simplemente porque solo con esta activaste la transmisión y segregación de las hormonas responsables del éxtasis.
En resumen, esa sobredosis que tu cerebro recibió construyó un nuevo equilibrio químico, respecto del cual va a necesitar aumentar las dosis con el fin de estabilizarse (pero ocurre todo lo contrario). Por eso, al principio basta con que te escriba o lo puedas ver un rato corto. Luego, quieres un compromiso; pasas a la atención completa, a la desesperación por ser el centro de su mundo, y así, en escala creciente, el cerebro va enfermándose. Como no es un amor tranquilo, no debe alimentarse, sino aplicar la tan temida abstinencia, que es dejar de consumir en un ciento por ciento la presencia del objeto de dependencia, con el fin de recuperar el equilibrio normal de tu cerebro y puedas vivir así relaciones reales y funcionales.
Dicen por ahí que un amor sano se cocina a fuego lento. Así queda más rico y tampoco pierde los nutrientes. Comerse un kilo de helado a cucharadas es un gran momento, pero las consecuencias de esa irracional acción son equivalentes a estar con una persona que te daña, solo porque te hiciste adicta a ella. Lo peor de todo es que ni siquiera son sus atributos los que te enamoran: es tu cerebro engañado y secuestrado por ti misma, por la irracionalidad de creer que, con él, estás mejor solo porque no puedes prescindir de la ricura que te da cuando lo miras, lo tocas y, más irrisorio aún, cuando lo piensas.
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